Una crisis empresarial se divide en cuatro etapas: desequilibrios e ineficiencias, pérdidas económicas, insolvencia y quiebra.
La primera etapa «desequilibrios e ineficiencias«, asociada a la crisis embrionaria, coincide con la aparición de una señal negativa inicial, que aún no es expresión de la primera disfunción, y se define como incubación.
La segunda etapa “pérdidas económicas”, se identifica con la maduración de la crisis, se producen pérdidas económicas y, en consecuencia, la reducción del capital riesgo. En esta etapa, a pesar de la tendencia económica negativa, normalmente la financiera aún no se ve comprometida.
La tercera etapa de «insolvencia» coincide con la propagación de las disfunciones societarias: en un primer momento la empresa tiende a adoptar comportamientos insolventes con los proveedores, además de pérdidas de deudas relativas a cotizaciones sociales e impuestos. Posteriormente, la empresa tiende a perder solidez contractual, se reducen las prórrogas de pago otorgadas por los proveedores y, en consecuencia, la capacidad de autofinanciamiento, así como se pierde la confianza de los clientes.
La cuarta etapa de «quiebra» es la crisis aguda, provocada por una disfunción generalizada, que afecta claramente a casi todos los grupos de interés de la empresa.
La posible manifestación es la transición de la insolvencia a la quiebra.
Para cada etapa existe una solución.